En mi mundo astral, mi casa es enteramente de cristal y madera clara. Bajo unos escalones para salir al exterior. Fuera hay un prado enorme de hierba fresca que cubre todas las lomas que hacen pendiente y se pierden en el horizonte. Hay vacas, ovejas y caballos pastando libremente.
Yo me dejo caer y rodar, disfrutando del contacto con la hierba. Y bajo y bajo hasta un pequeño pueblo encajado entre montañas muy apretadas a lo hondo. Por ahí pasa un río que cruzo y sin parar de caminar, empiezo entonces a subir por la ladera de la montaña, por un sendero estrecho al lado de un precipicio.
Subo apoyada en mi bastón, (me veo a mi misma desde arriba) y cuando llego a la cima está allí mi maestro,como cada tarde, esperándome bajo un árbol. Nos saludamos y le digo que deseo sentir la cercanía de la Presencia Divina…
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