El humano es el ser más engañado de todos los seres existentes conocidos.
Prefiero decirlo así, asumiendo mi vergüenza por ello, pero sin medias tintas. Y -diré más- es o somos engañados conscientemente, como si estuviéramos ansiosos de engaño, de dependencia, como si estuviéramos ancestralmente necesitados de que otros —quienes fueran— nos saquen de nuestra radical inseguridad, aunque sea a costa de dominios, de imposiciones y de obediencias que hayan de marcarnos para siempre como esclavos de cuanto -persona o entidad presuntamente celeste- aceptamos como cosa superior, como señora y dueña de nuestras vidas, de nuestro pensamiento y de nuestro mismo destino en tanto que especie animal, que es lo que somos.
De forma paradójica – dado nuestro supuesto mayor raciocinio -, el ser humano es el único animal que obedece a aquello que desconoce radicalmente, el único ser que teme enfrentarse con lo desconocido. El único que ha…
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